L'impact de la séparation sur les enfants
Sarah Balaes
Parece que volvemos a empezar. La situación empeora a pasos agigantados en todos los países, y vemos como el poquito de libertad que pensábamos haber recuperado se nos va yendo de las manos. Las cosas están siendo difíciles ahora mismo para todo el mundo. No sabemos qué pensar, a quién creer, ni qué hacer. Volvemos al teletrabajo, a los niños sin escuela, a las clases online, a las colas eternas en los supermercados. Volvemos a los tutoriales en YouTube, a los cincuenta proyectos que hacer durante el confinamiento, a las clases de yoga, pilates, crossfits et salsa en línea. Volvemos a vivir a través de una pantalla. Mil horas en Facebook e Instagram. Otras tantas en Zoom. Trabajamos, vivimos, socializamos a través de esa micro cámara enfrente nuestra. Nos levantamos creyendo que un nuevo día llega cuando en realidad nuestro cerebro nos indica que vivimos en una especie del Show de Truman a gran escala.
Este nuevo confinamiento por etapas, la gran incertidumbre, las nuevas medidas que llegan sin avisar, cuál pariente no deseado a la cena de Navidad. Largas medidas, algunas contradicciones, incertidumbre. Ansiedad. No sé si puedo o no puedo verte. No sé si puedo o no puedo viajar. No sé cuándo veré a los míos. No sé si han cancelado la Navidad. Ansiedad. No sé si tengo que trabajar desde casa o ir un día a la semana. No sé si los niños tienes vacaciones hasta el martes o hasta la semana que viene. No sé si puedo salir con el perro a las ocho o tengo que esperar a las diez. Ansiedad. No sé si podré comprar pañales en el supermercado o si quedará papel higiénico. No sé nada y lo tengo que saber todo. Ansiedad. No puedo planear las vacaciones ni sé si podré volver a casa por Navidad. Puedo quitarme la mascarilla en estos cien metros, pero me la tengo que volver a poner. Voy al parque, ¿estará abierto? Ya no recuerdo el horario de mi toque de queda. Ansiedad.
Pero, ¿y si no fuese así? Sí, todo parece estar cayendo en picado y la situación no muestra ni un ápice de mejora. Pero, ¿Y si esto fuera una nueva oportunidad para replantearse las cosas y poder darse más tiempo a sí mismo?
Lo vivimos en el primer confinamiento: mil y una maneras de cuidarse a sí mismo. Cómo hacer pilates y comer sano. Mil y una recetas para la vida casera que siempre soñaste. Y admitámoslo. Fallamos. No conseguimos ese estado de Nirvana que nos prometieron los anuncios de las redes sociales, entre receta y receta. Nos dijeron que teníamos que ser super productivos, demostrar que el teletrabajo no iba a acabar con la economía, ser atléticos, comer sano, disfrutar de una buena tarde de no hacer nada, hacer meditación a las cinco de la mañana y no olvidarse de comprar el papel maché para el trabajo de nuestra hija. El primer confinamiento quiso forzarnos a crear esa super versión de nosotros mismos dónde no había cabida al error. ¡Si tienes todo el tiempo del mundo! Cómo no vas a hacer las 300 tareas que tienes que hacer de normal más la limpieza extra, ahora que ya no tienes que estar dos horas enterrada en el tráfico. Ansiedad. Mucha ansiedad. Y falsas expectativas.
Pero, te lo vuelvo a preguntar, ¿Y si esto fuera una nueva oportunidad para replantearse las cosas y poder darse más tiempo a sí mismo? Ahora sí, ¿y si empezásemos la transformación centrándonos en nosotros mismos? ¿Y si aprendiésemos a amarnos en estos tiempos del Covid?
Amarse a sí mismo. El cliché con fondo rosa y letras de Hollywood que han cotizado la meditación de las cinco de la mañana, las cincuenta tareas para ser perfecto y las recetas sin sabor que te hacen echar aún más de menos las croquetas de tu madre. Pero, ¿qué es en realidad amarse a sí mismo? He aquí algunos pequeños pasos para poder comenzar esa historia de amor que haría quedar cual boba a la mejor de las Megan Ryan.
Me amo a mí mismo cuando me escucho.
Buscamos siempre el santo grial de la satisfacción. Si a ella le funciona el pilates, yo también lo intento. Si a él le va bien tocando la guitarra, yo me compro una. Si a elle le va estupendamente dejar el azúcar y los carbohidratos, a mí también. No. La receta del bienestar tiene un ingrediente secreto muy importante que no podemos ignorar: TÚ. Tu eres tu proprio ingrediente secreto. Escúchate. Observa cómo eres antes, durante y después de una actividad. Confiésate a ti mismo: ¿estabas a gusto? ¿lo disfrutaste? Repítelo. Amarse es abrir las orejas y escuchar cómo nos sentimos cuando hacemos algo. Sin analizar, sin interpretar. Simplemente observar y sentir.
Me amo a mí mismo cuando sonrío.
Además del número de músculos que necesitamos para crear una forma oblicua en nuestros labios, sonreír nos aporta una cantidad impresionante de endorfinas que permiten que todo vaya mejor. Ahora sí, no basta con forzar la sonrisa y pretender. Escuchándonos podemos ver cuáles son los elementos que nos hacen sonreír. ¿Qué es lo que te gusta hacer a ti? ¿Qué es lo que te hace sentir bien y sonreír? Empecemos por ahí. Comienza por buscar cosas que te hagan sonreír. Fácil, ¿verdad? Esa película ñoña que te hace sentir mariposas en el estómago. Esa llamada con una amiga que te hace olvidar todo, covid incluido. Esas risas con tus hijos peleando con la plastilina. Ese día en el que no has mirado el reloj ni has tocado la agenda… ¿qué hacías? Dormir abrazados, hacer el amor, jugar y reír, cocinar algo rico (y sencillo). Disfrutar de ese sorbo de café. Déjate disfrutar el instante y verás como los músculos de la cara hacen el resto.
Me amo a mí mismo cuando me cuido.
El verbo cuidar está muy relacionado con la interacción; cuando pensamos en cuidar tenemos siempre en mente el otro. Cuidar al bebé, a nuestros padres, al enfermo. Cuidar como dar, nos salen más fácilmente como verbos transitivos. Pero, bella que es la gramática, existen también en la lengua de Cervantes y Lorca los verbos reflexivos. Usémoslos. Cuidarse, darse tiempo. Quererse. A si mismo. Porque, al igual que cuando estamos en el avión y la mascarilla nos la tenemos que poner antes a nosotros que nuestro propio hijo, en la vida necesitamos saber ponernos en primer lugar. El burro delante para que no se espante. Seamos el burro. Cuidémonos. ¿Y qué es eso de cuidarse? Cuidarse es escuchar sus necesidades y dar respuesta. Es comer cuando tenemos hambre y saber parar cuando estamos saciados. Es moverse sin empujarse al barranco del dolor. ¿No pain, no gain? No, gracias. Es tratarse con dulzura y darse el tiempo necesario para hacer las cosas.
Me amo a mí mismo cuando me mimo.
Hablamos de escucharse, de sonreír, de cuidarse. Hablemos ahora de mimarse. De tratarse con mimo y cariño. De darse de vez en cuando ese capricho que nos hace sentir bien. De tratarse a sí mismo cómo nos gusta que nos traten los demás. Es hacerse carantoñas, es darse una ducha relajante (escúchate: ¿fría o caliente?), es ponerse guapa. Es maquillarse si te gusta. Es ponerse esa camiseta que tan bien te queda. Es mirarte al espejo y lanzarte un piropo. Y creértelo. Mimarse es arroparse cuando hace frío. Mimarse es escucharse y dar respuesta- con amor. Mimarse es cuidarse con ternura. Mimarse nos ayuda a sentirnos mejor.
Me amo a mí mismo cuando avanzo.
Pero el amor no es sólo dar respuesta a las necesidades básicas desde el confort. Amor también es ir hacia delante. Es ponerse objetivos, realistas e interesantes. Amor es motivarse para avanzar, para mejorar, para alcanzar una meta. A nuestro tiempo. Sin prisa, pero sin pausa. Escuchándonos y festejando cada pequeña victoria. Es darse las oportunidades y no decaer en las derrotas. Es entender que no vamos a ser perfectos, porque la perfección no existe. Pero que vamos luchando, poquito a poco, y avanzando a nuestro ritmo hacia el lugar que deseamos. Avanzar es dar varios pasos, disfrutar el camino, celebrar las etapas y continuar hacia delante. Avanzar es no ser exigente con uno mismo, pero justo. Es creer en uno mismo y darse el tiempo para demostrárselo. Seamos las jueces más justas con nosotras mismas.
En conclusión, en esta nueva temporada de la serie que no quisimos comenzar, tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo y centrarnos en nosotros mismos. Amarnos y cuidarnos. Es el momento para aprender a escucharnos, a respetarnos, a seguir avanzando.
Y cuándo no podamos solo. Es pedir ayuda. Es saber qué si necesitamos una oreja amiga o un rostro conocido, podemos contactar a esa persona que amamos. Pero también es buscar ayuda en los profesionales para poder seguir avanzando. A veces necesitamos mirar bien hacia atrás para seguir adelante. A veces necesitamos esbozar cómo queremos nuestro futuro. A veces necesitamos seguir llamar a alguien para poder comprender, paseando a dos, cómo seguir el sendero hacia el bienestar.
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